miércoles, 15 de septiembre de 2010

las abejas

                                     
Narra la leyenda que, inmediatamente después de ser bautizada, abejas blancas entraban y salían de la boca de Rita sin hacerle daño. No se duda de que este episodio de las abejas pertenece a la primera tradición ritiana, pero no hay necesidad de recurrir al hecho como un fenómeno sobrenatural. De todas maneras no podemos olvidar el gran interés que manifestó el papa Urbano VIII quien además de llevarlas en su escudo pontifical, se preocupó en persona de estudiar el comportamiento de esta especie de abejas que, al parecer, son únicas en el mundo. Aún hoy, en el antiguo monasterio donde Rita vivió y murió como monja agustina, podemos encontrar a las abejas "murarias", llamadas así porque habitan en los muros. Aunque la devoción popular ha preferido llamarlas "abejas de Santa Rita" por haberlas relacionado con aquellas misteriosas abejas que rodearon su cuna pocos días después de su bautismo. Pero en Casia las "abejas de santa Rita" no sólo viven en los muros del monasterio, sino que también junto a éste. Así lo ha querido la Beata Teresa de Casia (Madre Teresa Fasce) que en 1938 fundó la "colmena de Santa Rita", una obra donde niños cadenciados reciben ayuda para crecer fuertes, y emprender luego el vuelo de la vida.
Según una tradición, desde que era bebé, mientras dormía en una cesta, abejas blancas se agrupaban sobre su boca, depositando en ella la dulce miel sin hacerle daño y sin que la niña llorara para alertar a sus padres. Uno de los campesinos, viendo lo que ocurría trató de dispersar las abejas con su brazo herido. Su brazo se sano inmediatamente.
Después de 200 años de la muerte de Santa Rita, algo extraño ocurrió en el monasterio de Cascia. Las abejas blancas surgían de las paredes del monasterio durante Semana Santa de cada año y permanecían hasta la fiesta de Santa Rita, el 22 de Mayo, cuando retornaban a la inactividad hasta la Semana Santa del próximo año. El Papa Urbano VIII, sabiendo lo de las misteriosas abejas pidió que una de ellas le fuera llevada a Roma. Después de un cuidadoso examen, le ató un hilo de seda y la dejó libre. Esta se descubrió mas tarde en su nido en el monasterio de Cascia, a 138 kilómetros de distancia. Los huecos en la pared, donde las abejas tradicionalmente permanecen hasta el siguiente año, pueden ser vistos claramente por los peregrinos que llegan hoy al Monasterio.

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